La mujer del 301 estaba loca. Al menos eso es lo que comentaban todos los vecinos. Nadie la conocía en el edificio pero decían que había llegado poco después que nosotros. Yo oía su risa todas las noches. Reía y reía sin parar con una risa…bueno, de loca. Como mi mujer trabajaba de noche, a veces la risa de la loca acompañaba mi soledad. Otras veces llegaba a alterarme los nervios. Entonces cogía la escoba y con el palo daba golpes en el techo a ver si se callaba. Varias veces había subido el piso que nos separaba y pegado a su puerta, había escuchado a ver si descubría el motivo de su risa, pero sólo se oía su risa solitaria. Aquella noche llovía copiosamente y los truenos estremecían el edificio mientras los relámpagos cortaban la oscuridad. Yo contemplaba la tormenta desde mi ventana. De momento en uno de esos destellos me pareció ver caer un pie mientras la risa de la loca servía de música de fondo al concierto celestial. Unas gotas de lluvia se estrellaron contra la ventana cubriéndola de rojo. Las carcajadas se hicieron más fuertes, los truenos más estremecedores, como redoble de tambores que anuncia el momento culminante. De repente paró la lluvia, callaron los truenos, enmudeció la risa y el último relámpago quebró la noche mientras el cuerpo de mi mujer caía desde el tercer piso y pasaba frente a mi ventana. Comprendí que nunca más oiría la risa de la loca del 301.
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me encanta que publiques lo que hacemos en las clases.
ReplyDeleteCuento Macabro , se sale de lo que comúnmente escribes.... que estará pasando?
¡Buenísimo!
ReplyDeleteexcelente, me fascino
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